Los vigilantes de seguridad en Renfe desempeñan una labor fundamental en la protección de personas y bienes, pero la realidad de su día a día está marcada por condiciones laborales extremas, falta de reconocimiento y una presión constante que no solo afecta su rendimiento, sino que también desvaloriza el propio servicio de seguridad.
Condiciones extremas y desgaste físico
La mayoría de los servicios de seguridad en Renfe se prestan en condiciones meteorológicas adversas: frío intenso, calor sofocante, lluvias constantes. A esto se suma la obligatoriedad de llevar equipamiento pesado, como chalecos antipinchazos, que, lejos de facilitar el trabajo, lo convierten en un reto físico constante. Además, las largas jornadas de 10 y 12 horas agravan aún más la fatiga, poniendo a prueba la resistencia de los trabajadores.
La presión de los 'inspectores de calidad': ¿control o persecución?
En muchos servicios de Renfe, la figura del inspector de calidad ha pasado de ser un apoyo a convertirse en un verdugo. Más que garantizar un servicio eficiente, su papel se limita a la vigilancia y persecución de los propios vigilantes, adoptando en muchos casos el rol de "chivatos" del cliente. Estas inspecciones, lejos de buscar mejorar la seguridad, generan un ambiente de trabajo tenso, donde los profesionales se ven constantemente fiscalizados y presionados, sin margen de error ni derecho a defensa.
Falta de incentivos y reconocimiento
A pesar del nivel de responsabilidad que conlleva la labor de un vigilante en Renfe, los complementos salariales son prácticamente inexistentes. La falta de incentivos económicos, sumada a la carga laboral, convierte la profesión en un empleo poco atractivo para los nuevos trabajadores, lo que agrava la falta de personal en el sector.
Servicios de custodia: expuestos y sin recursos
Los servicios de custodia en estaciones y trenes de Renfe son otro claro ejemplo del abandono que sufre el sector. Con una dotación mínima de personal, los vigilantes deben enfrentarse a grafiteros, delincuentes y situaciones de riesgo sin el apoyo ni los medios adecuados para desempeñar su labor con seguridad.
Falta de áreas de descanso y vestuarios
A pesar de las largas jornadas laborales, muchos vigilantes en Renfe no cuentan con áreas de descanso adecuadas. En muchas estaciones, no existen salas acondicionadas para que puedan comer, resguardarse del clima o simplemente sentarse unos minutos sin estar expuestos. Además, la falta de vestuarios adecuados obliga a muchos a cambiarse en baños públicos o directamente en los andenes, lo que demuestra la falta de consideración hacia estos profesionales.
Un problema que afecta a todos
Las condiciones laborales de los vigilantes de seguridad en Renfe no solo afectan a los trabajadores, sino también a la calidad del servicio y, en última instancia, a los propios usuarios. Un vigilante sometido a una presión constante, mal pagado, sin recursos adecuados y sin siquiera un lugar digno para descansar no podrá desempeñar su labor con la eficacia que se espera. Si no se toman medidas para mejorar la situación, el deterioro del servicio de seguridad será inevitable y las consecuencias, tarde o temprano, las sufrirán todos.
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